Daniel Craig: 'Queer', exploración de las adicciones y el amor
- P Pastrana
- 26 nov 2024
- 3 Min. de lectura
El filme, que se estrena en México el 12 de diciembre, es una adaptación de una novela de William Burroughs; el actor interpreta a Lee, un expatriado estadunidense en la Ciudad de México de los años 50.

En el amor puede ser aterrador mostrar todas tus cartas, hacerte vulnerable, dejar que tu deseo se vea plenamente. Lo que se ofrece a otra persona sin reservas también puede tomarse sin recompensa; como queremos que nos amen, nos arriesgamos.
Quizá no pensemos mucho en ese aspecto del amor, prefiriendo detenernos —como hacen la mayoría de las películas— en todas las partes sensuales y sensibleras. Esa peligrosa sensación de exposición es la preocupación central de Queer, y eso no puede explorarse sin un actor principal que esté dispuesto.
Daniel Craig, de 56 años, tiene una nueva y audaz misión: interpreta a Lee, un expatriado estadunidense en la Ciudad de México de mediados de siglo, que se enamora de un hombre más joven y distante, Allerton (Drew Starkey). Lee se siente deshecho por un deseo que solo es correspondido de manera torpe.

Ver a Craig consumirse de forma tan vulnerable tiene un gran impacto cultural: antaño considerado el rostro mismo del garbo masculino, ahora su rostro está empapado del sudor del fracaso.
Aunque su interpretación ha suscitado elogios y rumores de Oscar desde que la cinta se estrenó en el Festival de Venecia en septiembre, sorprenderá conocer esta faceta de Craig después de verlo interpretar a un estoico agente secreto durante casi 15 años.
Pero cuando le pregunté al director Luca Guadagnino si Queer está más cerca de la sensibilidad real de su protagonista de lo que la gente supone, me contestó: “Cada película es un documental sobre el actor que interpreta al personaje”.
Si es así, quizá ahora sea el momento perfecto para volver a conocer a Daniel Craig. “A veces me parece muy risible la idea de la masculinidad”, dijo.
Era temprano en una mañana de octubre, y había quedado con Daniel para desayunar en el hotel Sunset Tower de West Hollywood y reflexionar sobre la interpretación de la masculinidad. “La mayoría de los hombres van por la vida con esta actuación que hacen; es una actuación”, aclaró.
En persona, Craig es más reflexivo de lo que el interminable ajetreo de sus giras de prensa de James Bond sugería: con dos pares de gafas metidas en su camisa azul abotonada y un flequillo rubio que le caía con frecuencia sobre la cara, tenía el aire afable de un profesor que se levanta temprano para ir a practicar surf. Autocrítico hasta la saciedad, se disculpaba por tener los ojos llorosos. “Si parezco un poco alterado, es que tengo un poco de desfase horario”.
Aunque Craig tiene una concentración y un enfoque tranquilos, lo único que trata con la máxima seriedad es su trabajo: si no todos intentan hacer la mejor película posible, ¿qué sentido tiene? Esa fuerza motriz también lo poseyó en sus días de Bond. “Si alguna vez algo decaía, yo pensaba, espera, este es el ambiente más raro que hay en el cine”, recordó.
Esa actitud de “todo incluido” también tiene su precio. “Este trabajo me parece muy duro, y es más exigente a medida que envejezco”, reflexionó.
Aunque hay muchas estrellas de cine que alcanzan una cierta cima de éxito y luego dejan de esforzarse, Craig no se considera una de ellas.
“Mi admiración; si puedes hacerlo, estupendo, yo no puedo —y abundó—: No soy un actor de método, pero es una pesadilla estar conmigo cuando trabajo. Quiero irme a casa y olvidarme de todo y ser normal, pero la mitad de mi cerebro está en el trabajo”.
Bond le ha dado el privilegio de ser más cuidadoso a la hora de elegir los trabajos, lo que significa que es menos prolífico.
“Tengo un hijo de seis años en casa —dijo Craig, que está casado con la actriz Rachel Weisz—, y no quiero estar fuera de casa tanto como en el pasado”. Cuando se compromete, no se lo toma a la ligera, necesita meses para estudiar.
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