Jon Rahm, la felicidad y 75 millones en premios en dos temporadas
- P Pastrana
- hace 4 días
- 4 Min. de lectura
El jugador que firmó por cerca de 500 millones de dólares muestra su diversión con la fórmula del LIV Golf, aunque su cuenta en los grandes se haya enfriado.

La aguja del emociómetro de Jon Rahm, si es que lo hubiese llevado, hubiese señalado el domingo pasado la parte más extrema de la derecha seguramente. El de Barrika, el capitán de la Legión XIII, el equipo que él fundó con su traslado al LIV Golf en el invierno de 2023, se había fundido en un abrazo de éxtasis con su lugarteniente Tyrrell Hatton, después de haber rubricado una remontada para ganar el título por equipos de la criticada liga que impulsa el Fondo Público de Arabia Saudí (PIF).
Desde que provocó el mayor seísmo de la era post Tiger Woods en el golf mundial cuando anunció su fichaje por el LIV Golf es difícil ser Jon Rahm. Se convirtió en el deportista con el mayor contrato de la historia, aunque le duró un par de días hasta que se lo quitó Shoei Ohtani cuando se comprometió con los Dodgers de béisbol -esto avanza tan deprisa que ya no es tampoco el primero-. Y esos 500 millones de dólares, o cercano, que señalaron varias publicaciones llegaron junto a otra carretilla donde convivían las decepciones, los sentimientos de los más ortodoxos de sentirse traicionados y las envidias.
El de Barrika se ha desmarcado de toda esa espiral negativa para vivir aún más blindado a la erosión externa. Se esmeró en formar un equipo con las directrices que les marcaron desde la Liga. Tenía que escoger a uno de los que venían de la promoción e hizo hueco en 2024 a Kieran Vincent, un golfista que duró una temporada. Tanteó a varios jugadores y terminó cogiendo a Caleb Surratt, que no era ni mucho menos el mejor golfista amateur, y a Tyrrell Hatton, sobre la bocina, un conmilitón de la Ryder Cup y que le encajaba a Jon.

En esa primera campaña, el golfista español se encontró con obstáculos inesperados. El más difícil de digerir fue que no estaba cómodo con su swing. En busca de un movimiento que minimizara los errores, se adentró en un proceso largo, cuando el golf no admite esperas. Sumaba puestos entre los 10 primeros como el que cose, pero no había victorias, una circunstancia que había presidido la mayoría de los años anteriores en su crecimiento en la carrera profesional. En una competición de 54 jugadores, no lo hizo hasta entrado agosto, justo antes de los Juegos Olímpicos, uno de los mayores sinsabores de su carrera, y después de un discreto papel en los grandes. Fue cuadragésimo quinto en el Masters, no pasó el corte en el PGA, se tuvo que dar de baja del US Open por una lesión en el pie y sólo el séptimo puesto del British, sin opciones de victoria, fue un alivio.
"Digamos que desde hace más de un año, mi juego A no ha aparecido, pero ahora estoy cerca", contó hace dos semanas. Con un juego "B+" ganó la general del LIV 2024 y también la de 2025, curso en el que no ha cosechado ninguna victoria individual. Pero, en cambio, estuvo más entonado en los Majors: dos top 10 (US Open (7), PGA (8)), un decimocuarto en el Masters y una semana pobre en el British.
Su regularidad le ha vuelto a coronar como el mejor de una Liga a la que se adhirió pensando que el acuerdo con el PGA Tour se iba a producir y que podría jugar algún torneo más del circuito de Estados Unidos. Pero lejos de decepcionarse porque la alianza no se ha producido, a Rahm se le ha visto disfrutar de las cinco victorias por equipos que ha tenido la Legión XIII, reforzado por la llegada de Tom McKibbin, otro joven talento de 22 años, desgarbado y dentón, pero que es un jugador de una pieza.
"Ha sido un año largo, pero si incluso no hubiesemos ganado el título por equipos, también habría sido un gran año", contó el domingo ya con el doblete sellado. Jon ha defendido a la Liga por convicción. Le gusta jugar en equipo, fórmula exitosa en MIchigan, al menos. Adora convivir en otras culturas en un circuito global como es el LIV, que en 2026 tocará por fin los cinco continentes con la inclusión de Sudáfrica. Y, además, en esas dos temporadas ha visto como su cuenta se incrementaba en 75 millones de dólares más por el óptimo rendimiento que ha dado en el LIV. Los críticos, también, se han multiplicado.
A Rahm como el gran jugador que es, ganador de dos Majors y 22 torneos profesionales, aunque en los titulares todo se resuma muchas veces en las palas de dinero que se ha asegurado, se le va a medir por los grandes que gane. Y ahí se le ha enfriado el gatillo. Pero da la sensación de que obedece más a la búsqueda de ese estado que lastraba su juego, que a toda la retahíla de conclusiones a las que exponen muchos comentarios centrados, sus detractores, en que el LIV es un circuito menos competitivo o que ha perdido la voracidad que siempre tuvo. En 2026, aunque antes le queda la gira europea con el Open de España entre ellos, volverá el mismo debate. Y así hasta que vuelva a ganar un grande...
MIentras tanto su estado de ánimo parece inalterable. Sigue refugiándose en la familia para significar que cuando acaba su trabajo, "muy bien remunerado", comienza otra vida ajena a los palos de golf. Y en el campo, por lo visto en MIchigan, sigue siendo un tipo feliz. Al que le queda como gran objetivo del año una de las empresas más difíciles del deporte: ganar la Ryder Cup en territorio enemigo, acuciado porque el ambiente de Bethpage va a estar muy cargado.
Comentarios