Toluca, bicampeón; vence 9-8 en penales a Tigres
- P Pastrana

- hace 12 horas
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Toluca. Sólo la adversidad revela los verdaderos valores de un equipo. En el Toluca de Antonio Mohamed, los jugadores tienen la disposición al debate y descartan las excusas de su vocabulario. Son peligrosos. Observan con desconfianza los lugares comunes, esas frases hechas y repetidas hasta el cansancio que se han anclado en el ambiente del futbol. “No está muerto quien pelea”, advirtió el jueves el director técnico argentino en la conferencia posterior a la final de ida ante Tigres. Cuando más difícil era el partido, el ánimo de los Diablos bulló de ambición. Transmitió serenidad, inteligencia, la desfachatez del que ha tenido que ponerle el cuerpo a los problemas hasta alcanzar el bicampeonato de la Liga Mx –el primero en su historia bajo el formato de los torneos cortos– al ganar 9-8 en una dramática serie de penales que pareció infinita (2-1 en los 90 minutos, 2-2 global) en el estadio Nemesio Diez.

Miles de aficionados en la capital mexiquense celebraron el triunfo en las calles. Subieron al toldo de coches y camiones, caminaron por avenida Independencia, pasaron la Catedral, la Alameda y, cuando llegaron al cruce de José María Morelos y Pavón, principal vía de acceso a la casa de los Diablos, pusieron a todo volumen la Cumbia de los Trapos, una canción del grupo argentino Yerba Brava que han hecho himno desde temporadas pasadas.
“Borraaacho, yo voy cantaaando/ con mis amigos voy festejando un triunfo más/ loooco, soy por el rooojo/ te sigo a muerte por donde vas/ porque la vuelta queremos daaar”. Con las dos finales de este año en el torneo local (América y Tigres, los rivales), los escarlatas dieron alcance con 12 títulos al Guadalajara en la lista de los clubes más ganadores del torneo detrás del América, que suma 16.
Como El Turco Mohamed habla en voz baja y sólo para unos pocos, algunos tienen que interpretar hasta sus silencios. El gol del capitán felino Fernando Gorriarán, en un tiro libre que pateó el francés André-Pierre Gignac y el uruguayo desvió de taquito (minuto 14), provocó que algo se rompiera. El argentino mostró su enfado con los árbitros, reclamó que los elementos de Tigres formaron una segunda barrera que dificultó la visión del arquero Luis García en la jugada que abrió los cartones. Pero, en vez de cambiar o amoldarse a la desconfianza de otros, esperó la reacción de su equipo. El resurgimiento de aquella idea de “ser uno sin dejar de ser parte de todos”. Sus jugadores aprendieron que para ser mejores no hacía falta gritar ni emitir descalificaciones a los silbantes todo el tiempo. Bastaba con mantener las buenas costumbres.
Helinho, el brasileño al que Mohamed hizo jugar cuando cientos de fanáticos pedían su salida, no sólo marcó el empate con un zurdazo que pegó en el poste y mandó la pelota a las redes (minuto 40), sino que al mismo tiempo, especialmente en el medio campo, le sobró calidad para resolver las pequeñas trampas de su rival: desde jugadores que se tiraron al suelo y gritaron como si los hubieran degollado por un codazo o un pisotón casual hasta repetidos intentos de fuera de lugar. En casi todo lo que hizo Tigres hubo acciones para perder tiempo.















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