Los vecinos del estadio Azteca vs. el Mundial 2026: “Se enriquecen a nuestra costa”
- P Pastrana

- 28 oct
- 3 Min. de lectura
La fiebre inmobiliaria en colonias del sur de la capital mexicana acelera la transformación de los barrios ante la Copa del Mundo de Fútbol del próximo año y molesta a sus residentes por desplazamientos, construcciones irregulares y escasez de agua

En Santa Úrsula Coapa, el sonido más constante ya no es el de los gritos, porras y chiflidos desde el Estadio, sino el de las excavadoras. Las colonias que rodean al Estadio Azteca —Santa Úrsula, Huipulco, Pedregal de Carrasco— viven una fiebre de construcciones acelerada que muchos vecinos atribuyen al efecto del Mundial de Fútbol 2026. Ciudad de México será una de las tres sedes mexicanas del torneo junto con Monterrey y Guadalajara, y en el sur de la capital ya se siente la presión de la gentrificación y la plusvalía mundialista, en una zona que históricamente ha sufrido la escasez de agua, inseguridad y “el abandono de las autoridades”, según denuncian sus habitantes.

Natalia Lara, de 33 años, ha vivido siempre en Santa Úrsula Coapa. Describe la zona como “una colonia popular, de gente trabajadora (...) En las calles, temprano, se instalan los carritos de café y los puestos de tamales para la gente que sale a trabajar. Muchos aquí son obreros o comerciantes”. En esencia, es un barrio común capitalino, pero con un histórico estadio. El Azteca —ahora llamado Estadio Banorte—, el más grande de México y el séptimo del mundo, se convertirá en junio próximo en el único recinto del mundo en haber albergado tres inauguraciones de la máxima competición del fútbol. Escenario también de conciertos y eventos masivos, con capacidad para 83.000 personas, marca el ritmo del barrio desde hace más de medio siglo. “El coloso de Santa Úrsula le llaman. Pero a Santa Úrsula no le beneficia en nada. Aquí no tenemos ni espacios deportivos dignos y quedamos secuestrados cada vez que hay evento”, denuncia Rubén Almazán, vecino de la zona.

En el último año, los residentes comenzaron a percibir transformaciones. “Hay una construcción nueva prácticamente en cada calle, pero la mayoría no tiene permisos ni avisos vecinales. Aun así, ya se publicitan en internet”, cuenta Natalia. “En muchas publicaciones dicen: ‘Aprovecha la plusvalía que traerá el Mundial’. Eso deja claro que quieren transformar las colonias a la fuerza”. En los portales de compra y renta donde se anuncian en línea, los departamentos se ofertan por casi cuatro millones de pesos y el alquiler alcanza hasta los 20.000. El doble que antes.
Solo hace falta un breve recorrido por las calles para notar los contrastes. Las obras de proyectos habitacionales “de lujo” de cinco niveles, con roof garden, estacionamiento y áreas de juegos infantiles, rebasan las casas de autoconstrucción que no superan los tres pisos. “Estos terrenos los compraron en dos millones de pesos. Luego construyen departamentos que venden a ese precio cada uno”, denuncia Natalia.

Norma Piñón, de 53 años, es en sus propias palabras una de las más afectadas por el bum constructor. Su familia fundó la colonia antes de que existiera el estadio. Hace unos meses, una inmobiliaria compró el terreno contiguo. “Pensamos que iban a construir otra casa, pero resultó ser un edificio de ocho niveles con 21 departamentos. Se nota que tienen prisa, trabajan desde las siete de la mañana hasta las nueve de la noche”, relata. A Norma y su familia les preocupa el ruido, el polvo y, sobre todo, el futuro de la colonia.
En las fachadas todavía se leen letreros de “se renta cuarto”, pero también anuncios que ofrecen vistas al Estadio Azteca. Alejandro, de 36 años, vivió los estragos en carne propia. Rentó una habitación a dos cuadras del estadio por más de tres años, hasta que los caseros vieron una oportunidad. “De un día para el otro, los dueños nos subieron la renta de 4.000 a 8.000 pesos. No podía hacer nada porque no tenía contrato”, relata. Cuando la presión y el precio se volvieron insostenibles, decidió mudarse. “Fue en medio de amenazas con la violencia ya conocida aquí, pero uno como vecino se siente intocable. Hasta que ya no lo eres”, lamenta. Alejandro ha visto que ahora el hogar donde vivía está en remodelación: “Se va a convertir en un Airbnb para el mundial”, asegura.














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